Esta introducción sirve para retomar el comentario que hice la semana pasada sobre la contaminación en La Oroya. Debo señalar que viajo con frecuencia a Huancayo para visitar a mis abuelos y, obligatoriamente, se debe pasar por La Oroya. Hace dos años, cuando viajaba con mi familia en nuestro automovil, la sensación que tuvimos cuando llegamos ahí fue extraña, y no era por causa del soroche, pero sentíamos claramente molestias en la respiración. Al parar en un mercadito para disfrutar de una "patasca" en el lado de la denominada "Oroya Nueva", el olor a azufre se persibía en el ambiente, ya que frente a este mercadito se encontraba en todo su esplendor la gran chimenea que bota un humo blanco al medio ambiente. Al costado de esta gran chimenea parte del río se ha convertido en un verdadero basural de residuos tóxicos y más allá, saliendo de La Oroya y camino a Huancayo, hay un cerro negro a consecuencia de estos relaves mineros.
Eso fue hace dos años. Pero, cuando viaje en julio de este año a Huancayo, igual con toda mi familia y en nuestro automovil, la situación fue mucho peor. Ya no sólo se siente esa sensación de pérdida de la respiración dentro de La Oroya, sino que ya se viene percibiendo eso desde kilometros antes de llegar a ese pueblo y se puede apreciar a lo lejos como el humo se expande en todo el ambiente. Uno empieza a toser antes de llegar a La Oroya y la sensación metálica en la boca es algo totalmente desagradable. Comentamos con mi familia sobre esta situación y comparamos con lo que fue hace dos años. Llegamos a la conclusión que la situación había empeorado.
Asimismo, más allá de La Oroya, las mineras están destruyendo las lagunas que rodean a Ticlio y casi esta se encuentra ya sin nieve por el calentamiento global. Hasta hace unos años era emocionante llegar a la parte alta de Ticlio y tocar la nieve, jugar con ella. No era necesario llegar a los grandes nevados ubicados en el Callejón de Huaylas para disfrutar de la nieve, sólo bastaba con llegar a Ticlio, pero ya no hay eso. Más allá, en La Oroya, el sentimiento es más frustante, pues el Mantaro ha sido asesinado, ya no hay truchas, los cerros estan llenos de relaves mineros y los letreros al borde de la carretera que nos invocan a cuidar el medio ambiente son parte de una ironía. Es lamentable la total falta de conciencia en defensa del medio ambiente. Asimismo, les cuento que la semana pasada, cuando conversaba con un amigo que trabaja en la Minera Morococha, me comento que la protección del medio ambiente es sólo una cuestión política, si se quiere se cumple o no, ya que al parecer no es interés de la empresa minera proteger el medio ambiente.
No estoy en contra de la inversión minera, pero es necesario que el Gobierno tome cartas en el asunto. Sé que no sólo se ve problemas de contaminación con las empresas minera, también el narcotráfico contamina zonas de la selva peruana al elaborar la pasta básica de cocaína. Esos son problemas que el Gobierno debe tomar en cuenta y que se debe colocar en la agenda para las próximas elecciones presidenciales, ya que los grandes perjudicados son las personas, generaciones de peruanos que se ven afectados a causa de la contaminación. La Constitución señala que la persona humana es el fin supremo de la sociedad, eso es algo que nunca debemos olvidar.
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